Admiro la virtud benevolente
que expresa la verdad sin anatemas,
revela lo que siente sin esquemas
y goza al escuchar pacientemente.
Defiende la palabra vehemente
y enfrenta con justicia los problemas,
si insomnes perspectivas y dilemas
acosan y confunden de repente.
Entonces se superan los azares
en medio de alocados laberintos
sin mitos ni tramados entresijos.
No hay dudas que entre agobios y avatares
se impone la humildad de los instintos
aún entre tropiezos y acertijos.
Exige desde el alma la prudencia
vencer la insensatez de los estigmas,
loando decorosos paradigmas
que encuentran su valor en la indulgencia.
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