miércoles, 24 de octubre de 2012

El trinar del consuelo

 
 


Dilecta es la inocencia del milagro discreto
que atenaza el sudario del rencor que perece.
Es hialino el intento del perdón cual decreto,
que allanando el camino su horizonte ennoblece.

Si en azarbe de penas solapadas y ambiguas
el enigma del duelo convulsiona en desdicha,
las acequias del llanto se confunden exiguas
si en la yerma nostalgia su anarquía encapricha.


Especula el elixir exquisito e inasible
panacea y remedio del milagro confeso,
si el fecundo universo del lamento intangible,
en la endecha vacía va esculpiendo travieso.


La ingenuidad se ahuyenta entre sombras que amparan,
la maldad, el engaño que apariencias cautivan
y evasivas respuestas que entre aciagos quebraran,
anidados empeños cual desvelos que esquivan.


  Es tan triste el nefasto sortilegio vacío
cual candil apagado distanciando el anhelo
y ambiciona inocente desolado de hastío,
el espliego de antaño y el trinar del consuelo.
 
 

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