sábado, 9 de junio de 2012

Enigmas de una tarde.

La tarde enamoraba con su brisa. Todos buscaban el regocijo en las miradas, reclinados los cuerpos en el pasto fresco y el aroma del viento seductor embriagando los espacios, los anhelos y los suspiros. El néctar de la vida coronaba sus encantos, brotaba con la fuerza vital de su energía imparable en el acople perfecto con la naturaleza. Armonía del Sol y de su alquimia, del poder selectivo del silencio intangible, discreto e inevitable, de los acordes del horizonte inescrutable que enamoraba la tarde con su brisa etérea, mientras el descanso contemplaba ascético el paraíso enigmático de la vida y sus misterios.
Rendidos ante el ideal de una quimera, fantasía del ensueño y utopía de la espera infinita ineludible e inaplazable, agitada y persistente, incognoscible y optimista,  estaban los sueños respirando los instantes , reclinados en el laberinto verde del cándido universo, mientras la brisa tierna enamoraba almas, despertaba espíritus de duendes y armonizaba misántropa y bohemia con la tarde y el vistuosismo etéreo de su encanto.
Miradas solitarias y cómplices, emocionadas ante la inercia y la pasividad del entorno, del placer oculto y reservado de lo divino, de lo incomprendido que libera y desata, que invita a la meditación e iluminación interior, que enlaza los puentes esenciales entre el mundo invisible a los ojos y ese universo que solo puede descubrir el ónfalos del alma. Y en medio de la compañía de la magia, la tarde recibía el acariciante velo de la brisa que la enamoraba con su seducción, con su vitalidad inconfundible,  en la eclosión del silencio  que trasciende y fascina, que libera y depura, mientras los sueños reclinados inspiraban las musas solitarias y melancólicas en el arrebato vehemente del néctar de la vida  y el augurio de su espiritualidad divina :  Enigmas de una tarde besada por la brisa.

Y la lira apacible que acarició la tarde
vaticinó la mística sonrisa de la brisa,
enamoró miradas en el supremo instante
y consagró el silente misterio de su alquimia.


Y el bohemio sendero que liberó su encanto
profanando el sudario del peregrino encuentro,
arrebató el susurro del obcecado llanto
y conmovió la lira cual inefable sueño.


Complicidad loable de armonizar virtuoso
el silencio apacible de la bohemia brisa,
que sorprendió la tarde en el campestre gozo
al compartir arcanos renuevos y utopías.


Y la tarde cansada enamoró algún beso
en el ocaso ardiente de la mirada egregia
y acarició el desvelo de su silencio pleno
con la ternura errante de la nobleza eterna.

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