

Amor de todos mis tiempos:
Estoy aquí de nuevo,
aferrada al brillo ausente de tus ojos y al cálido recuerdo de nuestra
despedida. Fue un día como hoy. Apenas transcurre el primer año de esta soledad
física y el espíritu del amor no ha claudicado. Es tan tierno y persistente que
se niega a sí mismo la posibilidad de albergar nuevos sueños en un nuevo
corazón.
No puedo negar que han existido momentos de dudas, aciagos y
quebrantos que me hacen flaquear por instantes, pero el ímpetu de amar se impone
con su fuerza etérea e inasible, solo perceptible en este cúmulo de emociones
que vibran al saborear la plenitud de tu recuerdo.
Hoy entorné la ventana y
gotas de rocío salpicaron mi espera. Sentí la magia del primer encuentro...
recuerdas? Aún lo conservo tan chispeante, en aquel amanecer en que el azar
cruzó nuestros senderos allá en la colina, cuando en la vigilia pascual los
animadores de la fe contemplábamos el rosicler del alba, el misterioso despertar
del día acariciando la vida, abrazando la esperanza y agradeciendo la luz que
irrumpe con su optimismo, celebrando el regalo inefable de cada segundo, en la
algazara que se regocijaba con la vitalidad de la naturaleza esplendente en el
horizonte.
Éramos entonces tan jóvenes, definitivamente ilusos. Tú con aires
de Quijote desafiante, doncel de romances de otros tiempos y yo la expresión del
poema peregrino, de quimeras azules y luceros traviesos, mientras atenazaba en
el rostro la caricia del céfiro que nos besaba sutilmente, aquel amanecer en el
rosáceo aspergio del silencio.
Fueron instantes cruciales en nuestras vidas.
La melancolía, la nostalgia, las carencias y añoranzas, sellaban alianzas con lo
esencial de nuestras almas. Compartimos desde el primer momento nuestras
primicias, ansiedades y la utopía que se escapaba con el frenesí ilustre y
alucinante de la juventud. Así comenzaba toda nuestra historia, la del ayer, la
del hoy y la que se perpetúa en los anhelos visionarios que nos mantienen
renovados, vitales con la energía imparable del aura que vence la inseguridad de
las tinieblas.
Hay razón y verdad, hay ocaso y delirio,
me sumerjo al
trenzar entre letras mis sueños
y me embriaga el edén y el trinar del
jilguero,
que acrisola el versar vehemente que escribo.
El susurro
del mar levantisco y divino
es adagio viril del amor que extrapola.
El
augurio boreal primoroso de aurora,
en su asceta virtud nos acerca
genuinos.
Te comparto el vergel que supera el vacío
allanando el dolor
que en la espera conspira,
mientras tanto acaricio en la osada colina
el
preclaro mirar del indócil destino.
Que el peregrino beso de mi alma
suspire el desvelo de mi amor que se complace del recuerdo. Como siempre deseo
que mis letras hagan vibrar la magia de esta alianza para todos los
tiempos.
Aquí dejo mi huella de amor,
Tuya siempre:
Una
Gota de Rocío que te ama.
