miércoles, 16 de enero de 2013

Cuando te miro y me miras




¡Cuánto amor hay en tus ojos cuando te miro y me miras
cuánto amor, cuánto tesoro bendiciendo nuestras vidas!
La razón pone sus retos desafiando la rutina,
 descubriendo si hay enojos, el puente que enlaza vidas:
cuando te miro y me miras no hay decretos ni sofismas.


Contradicciones severas, meditaciones divinas
y la razón balanceando respuestas a la deriva,
cuando el amor pide treguas sin burda filosofía
y la pasión hace entrega con la mirada que incita:
entregar en cuerpo y alma lo sublime de la vida.


¡Cuánto amor siento en tu boca cuando me besas callado!
El alma entrego en el néctar que beberás suspirando,
sofocando en la cadencia de mi cuerpo entre tus manos,
alucinando el secreto que guardamos cuando amamos
en el caudal de la esencia desbordada entre los labios.


Mi sonrisa te seduce con candidez lisonjera,
tus halagos me conquistan y tus mimos se revelan
en agasajos y ritos, delicadeza suprema,
cuando penetra el sendero de mis estigmas y estrellas
descubriendo en la mirada lo que tu silencio quiebra.


¡Cuánto amor toca mi cuerpo cuando te miro sediento,
suplicando en tu mirada el abismo de mis besos!
Y cautivo sin falacias la bendición de este encuentro,
cual aforismos de almas que copulan en el viento
un amanecer que canta los suspiros del deseo.


El amor pacta su alianza con la razón de la vida,
santificando su esencia inexorable sin prisa
con melodía del alba en crepuscular partida,
que bendice la esperanza del puente que enlaza vidas:
porque al mirarnos los ojos no hay decretos ni sofismas.

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