miércoles, 25 de enero de 2012

Un día más.


Ayer fue un día más, como otro cualquiera. Ayer la vida pudo ofrecerte la oportunidad de acercarte a la virtud y desenredar los fantasmas atados a tus resentimientos y complejos. Ayer  fuiste el mismo indiferente, indolente ante lo especial de un instante. Ayer fue un día más, no hubo tan siquiera la sonrisa agradecida, tan solo una. Quizás justifiqué hace algún tiempo tu conducta, quizás quise descubrir en tu mirada algo más, no fue posible. Ayer fue un día más entre pesares de no saber a dónde ir ni en quien confiar, ayer fue un día más de soledad.
Tan solo una sonrisa hubiera cambiado el horizonte, tan solo una. Ayer sentí que todo se ha perdido, no vio la luz un pensamiento amado, ni soplos de suspiros, no vio la magia aquel roce sagrado de los besos, ni el matizar de cuerpos con un toque sublime del deseo. Ayer fue la melancolía la dama del encuentro con mi ego: un día más para ti, para mí: tan solo eso.

Un día más, un día menos: tu fracaso,
manantiales surtidores del desgano,
desencuentros polvorientos, desolados,
decepciones en caminos empedrados.

Un día más para llorar la ausencia,
que se duele en ríos falsos de entusiasmo
y en tinieblas aparece la indolencia,
que se alegra de las galas de un engaño.

Un día más y me asusta el espejismo
que refleja melancólico el enfado
y rompiendo las barreras del quebranto,
por la rabia y la mentira del  abismo,
voy perdida en el más seco laberinto
entre dudas, desamor y desencantos.

Un día más, un día menos: no es el caso,
triste historia es sucumbir en este ocaso
de vacíos y constantes desengaños,
que han nublado con rencores mi sagrario.

Un día más donde la rosa que he dejado,
con las perlas de un amor imaginado,
ha secado con sus pétalos el llanto
con los versos que han rimado tu fracaso.




































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